lunes, 30 de septiembre de 2013

Mis alocadas aventuras con Bobby Fischer I: BOBBY SE APARECE.

Acostumbro a caminar en calzoncillos en mi piso de soltero, con las persianas levantadas y las cortinas descorridas, como un rey en el tablero desprotegido de alfiles y torres y la única compañía de un peón solitario. Me siento en la silla del ordenador, juego partidas rápidas al chess máster, nivel infrahumano. Y un día, ding dong ding, propaganda o algo peor. Voy hacia el hall dando por perdida la dama y ante la puerta, toc toc toc. La chorra se asoma por la abertura del calzoncillo, como un caballo frente a un ataque Fegatello, así que la hago retroceder y pom pom pom, puñetazos como panes en el descansillo. 

Abro y veo a un viejo con barba cana, alto y desgarbado, con perfume a cartón del Tío de la Bota y alitosis de garrafa, me suelta: ¿No me conoces?, con esas ropas de mendigo de cuarta, como una pieza de ajedrez de plástico quemada con mechero. Así, vestido de gala, le digo, pues no mucho. Bonitos gayumbos, responde creo que en ruso para después apartarme con la mano y entrar hasta la cocina. Abre el frigo y se busca un algo para beber frío, suda como un marrano. Soy Bobby Fischer, dispara. Imposible, respondo en inglés, vamos: Impossible, estás en mate desde 2008. A que mola, sigue Bob, lo vamos a dar todo, me comenta.

sábado, 21 de septiembre de 2013

CARNE DE POTRO

La carnicera de caballo
en la esquina de mi calle
ignora que construye poesía
al envolver churrasco
en papel chacillero.

Debería aparecer en titulares gigantes
por lo que hace
-y cómo-
y en sucesos por lo que ignora;
sin embargo la han vetado
y nadie sabe
diez hamburguesas
a precio de saldo
para sobrevivir a los cubos de caldo
preparados para la sopa boba.

Nadie sabe de su edad
en twitter
-picos de setenta-
ni se habla del baile
del cuchillo cuando separa
el costillar de lado a lado.

Doscientos grados
de horno en mi cocina
le rinden tributo salpimentado,
en la radio estertores,
actualidad,
y en el bolsillo
silbidos sin sustancia.

Prepara el filo,
disecciona el caballo.
Ya es hora.

martes, 17 de septiembre de 2013

EL CEMENTERIO DE LOS COCHES OXIDADOS

A veces podría reposar
en el desguace,
así, como retratas los coches
y el óxido que te obsesiona.

Abandonarme al calor, ahí, y pudrirme
solo,
rodeado de colores químicos cuarteados,
parachoques vencidos, lunas estrelladas,
radios sin batería.
Lejos de tus pinceles,
cerca de tus acuarelas.

Verías la maleza entre mis bujías secas
y cardos de flores moradas
abrazaderas de llantas sin goma.
Una joya más que pintar
sobre los ejes
que no recorrerán más millas.

A veces podría reposar
en el desguace,
solo, con el óxido
que te obsesiona.